Esta gran masa vegetal contribuye a la depuración y a la absorción de metales pesados presentes en el Riachuelo porteño.
Los biólogos de la Agencia de Protección Ambiental, estiman que estas grandes concentraciones de camalotes son ambientalmente beneficiosas, generando menos mosquitos, mas oxigeno en el agua, mas verde en la ribera y abono rico en nutrientes, aparte de una mayor biodiversidad.
Menos mosquitos, dado que la llegada de los camalotes también trajo consigo una llamativa cantidad de ranas, arañas y libélulas que se alimentan de mosquitos y otros insectos.
Más oxigenación en el agua: Las elevadas temperaturas hace que el oxígeno disuelto en el agua disminuya durante el verano. El conjunto de estas plantas genera una sombra tupida que baja la temperatura de las aguas, evitando que el oxígeno se libere en forma masiva.
Las balsas vegetales también traen semillas que, cuando los embalsados se secan, generan suelo fértil en los corredores biológicos para que estas plantas crezcan. El proceso no sólo reverdece las costas, sino que aporta nuevo ADN vegetal.
Abono muy rico en nutrientes.
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